LUIS CERNUDA, A SUS PAISANOS


No me queréis, lo sé, y qué os molesta
Cuanto escribo. ¿Os molesta? Os ofende.
¿Culpa mía tal vez o es de vosotros?
Porque no es la persona y su leyenda
Lo que ahí, allegados a mí, atrás os vuelve.
Mozo, bien mozo era, cuando no había brotado
Leyenda alguna, caísteis sobre un libro
Primerizo lo mismo que su autor: yo, mi primer libro.
Algo os ofende, porque sí, en el hombre y su tarea.

¿Mi leyenda dije? Tristes cuentos
Inventados de mí por cuatro amigos
(¿Amigos?), que jamás quisisteis
Ni ocasión buscasteis de ver si acomodaban
A la persona misma así traspuesta.
Mas vuestra mala fe los ha aceptado.
Hecha está la leyenda, y vosotros, de mí desconocidos,
Respecto al ser que encubre mintiendo doblemente,
Sin otro escrúpulo, a vuestra vez la propaláis.

Contra vosotros y esa vuestra ignorancia voluntaria,
Vivo aún, sé y puedo, si así quiero, defenderme.
Pero aguardáis al día cuando ya no me encuentre
Aquí. Y entonces la ignorancia,
La indiferencia y el olvido, vuestras armas
De siempre, sobre mí caerán, como la piedra,
Cubriéndome por fin, lo mismo que cubristeis
A otros que, superiores a mí, esa ignorancia vuestra
Precipitó en la nada, como al gran Aldana.

De ahí mi paradoja, por lo demás involuntaria,
Pues la imponéis vosotros: en nuestra lengua escribo,
Criado estuve en ella y, por eso, es la mía,
A mi pesar quizá, bien fatalmente. Pero con mis
expresas excepciones,
A vuestros escritores de hoy ya no los leo.
De ahí la paradoja: soy, sin tierra y sin gente,
Escritor bien extraño; sujeto quedo aún más que otros
Al viento del olvido que, cuando sopla, mata.

Si vuestra lengua es la materia
Que empleé en mi escribir y, si por eso,
Habréis de ser vosotros los testigos
De mi existencia y su trabajo,
En hora mala fuera vuestra lengua
La mía, la que hablo, la que escribo.
Así podréis, con tiempo, como venís haciendo,
A mi persona y mi trabajo echar afuera
De la memoria, en vuestro corazón y vuestra mente.
Grande es mi vanidad, diréis,
Creyendo a mi trabajo digno de la atención ajena
Y acusándoos de no querer la vuestra darle.
Ahí tendréis razón. Mas el trabajo humano
Con amor hecho, merece la atención de los otros,
Y poetas de ahí tácitos lo dicen
Enviando sus versos a través del tiempo y la distancia
Hasta mí, atención demandando.
¿Quise de mí dejar memoria? Perdón por ello pido.

Mas no todos igual trato me dais,
Que amigos tengo aún entre vosotros,
Doblemente queridos por esa desusada
Simpatía y atención entre la indiferencia,
Y gracias quiero darles ahora, cuando amargo
Me vuelvo y os acuso. Grande el número
No es, mas basta para sentirse acompañado
A la distancia en el camino. A ellos
Vaya así mi afecto agradecido.
Acaso encuentre aquí reproche nuevo:
Que ya no hablo con aquella ternura
Confiada, apacible de otros días.
Es verdad, y os lo debo, tanto como
A la edad, al tiempo, a la experiencia.
A vosotros y a ellos debo el cambio. Si queréis
Que ame todavía, devolvedme
Al tiempo del amor. ¿Os es posible?
Imposible como aplacar ese fantasma que de mí.
Evocasteís.

Desolación de la quimera

Aldana: Francisco de Aldana (Nápoles, 1540 – † Alcazarquivir [Marruecos], 4 de agosto de 1578) fue un militar español y uno de los más importantes poetas del siglo XVI, en la segunda fase del Renacimiento español

BREVE COMENTARIO

En estos  poemas, de le época final de Luis Cernuda, creo que se concentra la difícil relación de amor-odio (cada vez más de lo segundo y menos de lo primero, a medida que, con los años se siente más alejado física y espiritualmente de su tierra natal) que tuvo el poeta sevillano con España y más concretamente con su patria chica.
¿Tanto sufriría Cernuda en su juventud hispalense, tanto le harían sufrir por ser diferente, aquellos que, copa de fino en mano o escapulario al cuello, eran maestros en practicar la más cruel, la más sutil y sevillana de las tradiciones: el desprecio mezquino revestido de indiferencia?

Muertos en vida, reliquias, hábitos y uniformes, cadenas voluntariamente asumidas, ignorancia culpable…¿Tanto ha cambiado España, la ciudad, desde aquel tiempo hasta el presente? ¿Se sentiría hoy en día Cernuda cómodo entre nosotros?

Sevilla ya no es una sola Sevilla. La mayoría de los que hoy viven aquí han nacido fuera o lo han hecho sus padres. Pero el núcleo duro, devoto de Frascuelo y de María, como diría Antonio Machado, esos Don Guidos más o menos disfrazados con ropajes actuales, sigue existiendo y sigue teniendo mucho poder en esta mariana ciudad.

En todas partes existe el chovinismo localista. También aquí, por supuesto. Pero ni siquiera en eso somos distintos a los de otros lugares, por más que algunos castizos se empeñen. Recordemos al maestro Borges cuando decía aquello de que “todas las ciudades se parecen, sobre todo en su pretensión de creerse distintas”

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ DE CEPEDA

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