¿Acabarán los robots con el empleo? Ésta es la pregunta que se cuestiona Juan Torres López, catedrático de Economía de la Universidad de Sevilla, en este interesante artículo –publicado en eldiario.es– del que recomendamos su lectura para conocer mejor y reflexionar con más referencias sobre un tema que a todos nos concierne: ¿la creciente introducción de máquinas y de robótica en los procesos productivos, favorece o reduce los puestos de trabajo?
Una primera cuestión que conviene saber, según Torres, para responder a esa pregunta es que los malos augurios y los temores actuales no son ni mucho menos nuevos. “Muchos trabajadores ya destrozaban máquinas a finales del siglo XVIII porque creían que iban a destruir sus puestos de trabajo, sin ser conscientes de que su efecto era la desaparición de tareas pero no del trabajo en general”, apunta, cuando “lo que hacían esas máquinas era permitir que se pudiera obtener más producto por hora trabajada en muchas actividades”, algo que genera más ingresos, por un lado, y “nuevas actividades productivas necesarias para crear o mantener las máquinas y también para satisfacer las nuevas demandas que generaban los mayores ingresos de consumidores y empresas”, por otro.
Este miedo, tal y como menciona el catedrático, también ha afectado a los economistas que a finales de los años setenta y principios de los ochenta del siglo pasado vaticinaron la pérdida de millones de puestos de trabajo por el uso de la informática y las telecomunicaciones.
Sin embargo, lo que sabemos con “certeza hoy día”, es que “la productividad ha crecido mucho desde entonces como consecuencia de la innovación tecnológica” y que “ni la productividad ni la innovación aumentan siempre por igual a lo largo del tiempo”.
“¿Cómo es posible que habiendo aumentando la productividad incluso más que el producto haya ahora más empleo, cuando nos dicen constantemente que la nueva tecnología destruye puestos de trabajo?”, se pregunta Juan Torres. Desde su punto de vista, esto ocurre porque “el empleo total (el número de puestos de trabajo existentes) no depende solamente del número total de horas trabajadas o necesarias para obtener el producto total (que suelen bajar con la innovación tecnológica) sino de las horas de duración de la jornada de trabajo”. Y también porque depende de las políticas que afectan a la actividad productiva. “Si la innovación va acompañada de políticas restrictivas (deflacionistas, las llamamos los economistas) el producto y, por tanto, el ingreso, van a bajar. Pero si, por el contrario, la innovación se acompaña de políticas adecuadas será posible que aumente el producto y, por tanto, el ingreso y el empleo”.
En definitiva, concluye “el que ocurra una cosa u otra no es inexorable ni depende de una ley natural, como nos quieren hacer creer, sino de la capacidad de negociación y del poder de cada grupo social porque lo que está en juego es quién se apropia en mayor medida de las ganancias que proporciona el aumento de la productividad”.
Foto: EFE Motor
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