La red se ha convertido en un universo inabarcable en el que los usuarios navegan sin ser conscientes, muchas veces, de los peligros que puede acarrear un solo clic de ratón. Entender la relación y la interacción entre los ciudadanos y las tecnologías es el campo de investigación del equipo de Economía del Comportamiento del Centro Común de Investigación (JRC en sus siglas en inglés) por diversos motivos. El principal es que los usuarios deben estar protegidos de publicidades engañosas, de aquellas empresas que tratan de sustraer información personal del ciudadano de manera sutil, o del rastreo que deja el usuario al pasar de una página a otra. Además, el comportamiento que el usuario tiene en la red puede servir como guía para la configuración de políticas públicas.
“Las administraciones pueden gastar mucho dinero en tener los sistemas de protección de datos más sofisticados, pero esto no sirve de nada si al otro lado de la pantalla hay un humano que puede cometer errores como no cambiar las contraseñas o facilitar demasiados datos personales”. Quien dice estas palabras es René van Bavel, investigador y analista de políticas públicas que aplica las ciencias del comportamiento a cualquier ámbito y que, en la actualidad, está centrado en aplicarlas al comportamiento de los individuos en internet: “Hay muchos errores humanos que menoscaban el sistema de protección en la red y nuestro trabajo consiste en entender por qué los humanos estamos cometiéndolos y estudiar qué medidas se pueden aplicar para que dejemos de realizarlos”.
Van Bavel alude a la teoría conocida como “paradoja de la privacidad” basada en diferentes estudios que demuestran que los ciudadanos dicen estar preocupados por sus datos personales, pero a la hora de navegar no los protegen. “Aunque la conclusión de esta paradoja es que la gente no se preocupa, nosotros vemos que la gente sí lo hace pero desconoce cómo protegerse. Nuestra labor es buscar un remedio para mostrar al usuario el camino correcto y demostrarle que es fácil realizarlo”. Los estudios que realizan y que se publican de forma pública y abierta, los tiene en cuenta la Comisión Europea para diseñar nuevas políticas o reformar las actuales.
Pero como la era digital está sometida a un cambio constante y a una renovación continua, el equipo al que pertenece Van Bavel se ve obligado a anticipar qué temas podrán ser de interés en un futuro aunque ahora no estén absolutamente cimentados. “A veces identificamos temas que en cinco o diez años serán interesantes y, por ello, realizamos estudios exploratorios. Un ejemplo es el caso de la economía compartida en aplicaciones como Blabacar, Airbnb o Uber, un tema que identificamos y empezamos a estudiar hace tres años pero tuvo un interés posterior”.
El experto también pone como ejemplo el fenómeno del “big data, basado en que internet sirve como fuente principal de información para recabar datos de cientos de millones de usuarios que simplemente dicen lo que les gusta y lo que no: “Si vemos los datos de qué cosas le gustaron a un usuario, no nos hace falta saber su nombre para conocer su género, su lugar de residencia o su tendencia política. Esto se puede usar como una macroencuesta”.
A pesar de ello, Van Bavel recalca que una política europea no puede basarse simplemente en predicciones, sino que es necesario “hacer un estudio cabal, pisar sobre seguro y no equivocarte porque si lo haces puedes cambiar la vida de mucha gente. Es mejor pisar sobre seguro aunque lo hagas un poquito más despacio”.
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