El socio de Iniciativa Sevilla Abierta Joaquín Mayordomo ha publicado una columna en la web Cuarto Poder que plantea acabar de una vez por todas con los problemas en Urgencias gracias a una correcta planificación. El artículo lleva por título «Las Urgencias también pueden planificarse, entonces ¿por qué cada año ese caos?» y lo rescatamos a continuación:
«Como todos los inviernos, éste también, el servicio de Urgencias de muchos de los hospitales españoles se ha colapsado. Se habla de caos y colapso, de los enfermos que esperan horas en los pasillos, incluso días, a ser atendidos; de profesionales desbordados… Y encima, hace un par de semanas, el Defensor del Pueblo da a conocer un informe para echar más leña al fuego. El Defensor denuncia las numerosas carencias de este servicio y le pone una guinda: aconseja que se cree la especialidad de Medicina de Urgencias. Un consejo que algunos profesionales de Urgencias comparten —aunque hay quien lo achaca a puro corporativismo—, pero no así los especialistas; tampoco los técnicos en gestión sanitaria ni, por ahora, los dirigentes políticos. Quienes se oponen a esta nueva especialidad opinan que sería como crear un hospital dentro de otro más grande y, además, no resolvería el problema de masificación en las Urgencias.
Porque un servicio de Urgencias sólo es un punto de encuentro dentro de un círculo que arranca en la Atención Primaria (AP) y se cierra cuando el enfermo recibe el alta. Es decir, si se descuida laAP —que es lo que está ocurriendo: personas que solicitan ver a su médico de familia se les cita para dentro de tres, cuatro días, o más—, si faltan médicos que acudan a los hogares a visitar a los enfermos, si se restringe el acceso a los centros de salud locales o comarcales porque cada vez cuentan con menos profesionales, si se eliminan de estos centros las Urgencias, si se sustraen los recursos necesarios para atender a las personas dependientes o a los enfermos crónicos…Entonces, a la sociedad no le quedará más remedio que acudir a esa puerta “milagrosa” que son las Urgencias, donde, aunque sea tarde, te atienden.
¿Pero qué ocurre entonces? Pues, según un Informe realizado el año 2013, en el que se evalúan las Urgencias y su coordinación con otros servicios en los dos hospitales más importantes de Sevilla -el Hospital Macarena y el Virgen del Rocío-, ocurre que de cada 100 personas que llegaron a este servicio, a 95 (¡un 95%!) las mandaron a casa porque lo que tenían no era “nada” o les hubiera bastado con acudir a su médico de cabecera.
Eso sí, el trabajo de atención hubo que hacerlo igualmente: protocolo de admisión, preparar la historia clínica, consulta, exploración, pruebas diversas… Todo para decirle al enfermo, con más o menos “cariño”, que se fuera a su casa.
Y esta es la realidad: “¡Colapso en Urgencias!” o “Muere un paciente en un pasillo mientras aguardaba a ser atendido”, suelen ser titulares que cada invierno se repiten. Entonces, ¿es este un mal endémico? ¿No se puede hacer nada para acabar con el caos y colapso en las Urgencias? Joaquín Carmona, quien fuera director general de Asistencia Sanitaria en el SAS(Servicio Andaluz de Salud) durante casi una década, es decir, responsable máximo de los hospitales públicos andaluces y por tanto perfecto conocedor de este problema, comenta que “el servicio de Urgencias es un área sensible a la que cualquier acontecimiento extraordinario puede perturbar: un brote de gripe por ejemplo, o una disminución de los recursos en el primer escalón de la asistencia sanitaria [en la AP], como ahora está sucediendo debido a la crisis”. “Sin embargo”, señala también, “las Urgencias se pueden planificar”. Pues si es así, añadimos aquí, estos servicios deberían estar prevenidos para cuando llegasen esos picos de demanda, algo que, por lo que se ve, no ocurre.
A la falta de recursos hay que añadirle los fallos de la Administración sanitaria. El Defensor del Pueblo señala en su Informe, entre otras carencias, la falta de profesionales. Pero no sólo esto es grave, sino que, por lo que a la Administración respecta, ésta debería evitar, por ejemplo, dar permisos o vacaciones cuando se “acercan” estos picos de demanda y reforzar los servicios en determinados horarios y días. Para eso sirven las estadísticas y las previsiones. Y éstas ya muestran cuándo y por qué acude más gente a las Urgencias. Con lo cual no sería tan difícil prevenir.
En tercer lugar, un aspecto importante a considerar, creo yo, es el que atañe a los profesionales que trabajan en un hospital. En el Informe citado anteriormente se constatan múltiples deficiencias en la relación entre estos. Aquí sólo citaré algunas: con frecuencia hay más de un protocolo a seguir, y eso siempre genera confusión y pérdida de tiempo; reuniones que se eternizan y que no sirven para nada; problemas de relación laboral (mal clima) entre personal de Urgencias y especialistas; existe cierta tendencia del profesional de urgencias a resolver problemas que no le corresponden; intento de éstos, también, de competir con especialidades, tratando procesos que requieren conocimientos más especializados; “olvido” por parte del médico de Urgencias, en no pocas ocasiones, que su obligación, exclusiva, es atender el motivo de la consulta del paciente y no otras circunstancias que pueden aparecer en el transcurso del examen y pruebas clínicas; incomunicación entre los especialistas y quienes están en el “frente” de batalla de las Urgencias; problemas para saber si hay camas disponibles o con cuántas se cuenta…
Es decir —y tengo la sospecha de que estos problemas son comunes a todos los hospitales de España— los profesionales médicos de un hospital, los servicios administrativos y quienes trabajan en las urgencias todavía, ¡todavía!, insisto, después de décadas, no han conseguido resolver la coordinación entre ellos. Falta, parece ser, un marco adecuado, con unos planteamientos nítidos y una ruta a seguir definida, que facilite ese “reparto” de enfermos que llegan a la puerta de Urgencias, hacia las distintas especialidades que conforman el hospital, en el caso de que tengan que ser ingresados.
Si a esto se le añade, cómo se ha dicho antes, que llegan -por oleadas a veces- personas que no tendrían que llegar; que los mismos médicos citan a enfermos por esa puerta para atenderles antes; que, en definitiva, quién más quién menos hace sus trampas para llegar a donde quiere llegar –una consulta con el especialista, una operación– tenemos ya el cuadro perfecto que explica ese caos (y a veces colapso) en el que viven per secula seculorum, se podría decir, las Urgencias.
¿Solución? En opinión de Carmona, la Administración del Estado, a través de las Comunidades Autónomas, que son las que tienen las competencias en salud, debería, lo primero, volver a prestar más atención al primer nivel asistencial (AP) para, en lugar de cerrar puertas como ha hecho -reduciendo presupuessto, personal, servicios y Urgencias en los centros de salud-, mantener el mismo nivel asistencial que había antes. Y ya en las Urgencias hospitalarias, la Administración no debería descuidarse y estar más atenta a la demanda social y a los picos que situaciones concretas, como la gripe, provocan. Asimismo, el trabajo político de la Administración con los profesionales deberá ir encaminado a lograr que éstos se coordinen mejor y remen todos en la misma dirección. Desde luego, concluye este experto, las claves de este problema las tiene la Administración. Porque, “no se olvide”, resume, “si al enfermo se le van cerrando puertas… su reacción natural es irse a Urgencias, al hospital, dónde le van a atender”«.
Imagen de archivo de una protesta contra los recortes en los servicios de Urgencias / EFE.
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