Con el periodismo digital ocurre también, en cierto modo, como en la fábula de Esopo, El pastor y el lobo. “Que viene el lobo, que viene el lobo…”, gritaba aquel pastor a sus vecinos para que acudiesen en su ayuda y así defender sus ovejas. Pero cuando estos llegaban se reía de su ingenuidad pues no había lobo; sólo era una broma. El juego lo repitió varias veces pues le divertía… ¡Hasta que terminó enfadándoles! Así que, hartas de él, decidieron no acudir más en su ayuda. ¡Y un día llegó el lobo y le comió las ovejas!
En el periodismo actual, en el que conocemos como digital, ¡el lobo ya está aquí! ¿O no está? En qué quedamos: ¿está o no está? Sí, si que está. ¡Pero es que lo que se hace en la red no es periodismo!… ¡Uf!, El guirigay es enorme… Las opiniones, a miles, se suceden a diario especulando con el qué, el quién, el cuándo, el dónde y el por qué de esta nueva forma de comunicación que como una marabunta amenaza con acabar con todo lo que hoy se entiende por Periodismo con mayúsculas; o sea, el periodismo (bueno) que se ha hecho toda la vida.
Y en esto andamos: dándole vueltas al tema como el burro a la noria, perdidos. Tratando de entender lo que está claro que es confuso, mientras una nueva forma de informar se ha apoderado de las fuentes y del receptor (los lectores/oyentes/espectadores), soportes y empresas de comunicación.
Hay ya quien afirma que este “nuevo periodismo”, “el pericliquear”, o como queramos llamarlo, devorará sin remisión, ¡muy pronto!, a todo lo que tenga que ver con la comunicación en papel, y de paso se llevará por delante las otras formas de comunicación reconocidas hasta ahora. De modo que, si alguien no quiere darse por aludido, peor para él.
El problema, pues, no es que esté ahí, a la vuelta de la esquina, una nueva forma de hacer periodismo, no, sino cómo ha de hacerse para que la sociedad siga considerándolo “un valor” y todo lo que hasta ahora llamábamos información. La información como valor en tanto en cuanto añade a nuestra condición de personas un plus formativo y cultural que sin duda nos ayuda a entender mejor el mundo y sentirnos más libres.
Y es aquí donde radica el problema. Porque la información de calidad cuesta dinero. Pero manda la inmediatez. El “flash” informativo es hoy más importante que una información documentada y contrastada que puede llevar algún tiempo elaborarla y que muy probablemente será “vieja” cuando llegue. Mientras que ese “flash” hará que todo el mundo “cliquee” ¡qué palabro! en la web de turno para enterarse (o no enterarse, claro), pero sí para que suban los enteros de la cotización en bolsa de ese negocio de breves, flashes, especulaciones, rumorología, etcétera, del que hoy se nutre el periodismo digital y sus negocios. Pero es que al lector o espectador parece que tampoco le interesa demasiado otro tipo de periodismo. En el mundo de las prisas, no interesa tanto tener una información amplia que nos ayude a formar criterio, como conocer el titular sobre el suceso y “hacerse ya una idea…”, que dirían muchos. De este modo uno puede irse a otra cosa, y a otra, y a otra… Que de eso se trata hoy: de saciar la curiosidad insaciable con cuantas más cosas mejor.
En resumen, que si por un lado la mayoría empieza a estar de acuerdo con que el periodismo digital será el futuro, por otro, nadie se atreve hoy a afirmar cual va a ser ese manual que ayude a hacer este nuevo periodismo; un periodismo de calidad, se entiende. Mientras tanto, la urgencia manda. Y el valor son esos datos de audiencia o el número de cliques que cada noticia recibe. Es más importante en este momento hacer un titular y adelantarse a un chascarrillo (aunque después haya que desmentirlo) que esperar un par de horas, por ejemplo, a contrastar la información y luego, cuando ya se esté seguro de ella, darla.
Se dice que los periodistas de raza ya no existen; no es verdad. Se dice que se han convertido en insensibles agentes del poder y de la empresa. No. Lo que ocurre es que la empresa periodística negocia con el poder, y esto la hace cómoda. ¿Cómo? Utilizando a estos buenos periodistas de amanuenses… Y prefiendo no molestar ni molestarse. Así que, a la postre el periodista vive hoy muy tranquilo en su cubículo, nutriéndose de comunicados oficiales y muriéndose de aburrimiento (y a veces de hambre), y la empresa, mientras tanto… navega. Vive a pata suelta. Vivía… Porque, por lo que se está viendo, si esto no cambia pronto, del Periodismo (con mayúsculas) no va a quedar huella.
Continuará.
PD. Se solicitan opiniones, disensiones, críticas y cualquier otro comentario que pueda aportar luz a esta tormenta en la que hoy vive inmerso el mundo de la comunicación. Todo sea por ese anhelo humano de ser libres.
Creo que en esto los árboles no nos dejan ver el bosque. La marea de publicaciones digitales ¿no se parece algo a la marea de revistas, periódicos, periodiquillos, libelos y panfletos que poblaban las calles en los años 30? También entonces había información, pseudoinformación y propaganda. Y también hoy hay respetables medio de prensa escrita cuya calidad de información es francamente mejorable. Al final es el lector quien decide a qué prestarle credibilidad y a qué no, y cada especimen periodístico tiene su público… o muere.
El panorama digital es novedoso por el formato más que por el contenido y creo que ningún nuevo formato acaba totalmente con los anteriores. Es indudable que se irá reduciendo la prensa escrita pero sobrevivirá. De igual forma que aún usamos chimeneas para calentar algunas de nuestras casas y no es por falta de electricidad o gas. Lo que quizás ocurrirá es que la prensa escrita tendrá que modificar su modelo de negocio para ser más competitiva. Me encantaría poder despertarme cada mañana y poder recoger mi periódico en mi impresora, pero no el periódico estándar sino el mío: de no muchas páginas, con mi columnista preferido, la información internacional de Le Monde, la cultural de Babelia y la económica de 5 días. Agarrar esos papeles y leérmelos mientras me tomo la tostada con aceite y el café, sin el miedo de derramármelo encima del I-pad.
Sobre lo que comenta Joaquín, estoy totalmente de acuerdo. Mientras leía el post me venía a la memoria las explicaciones en la carrera (estudié periodismo) sobre el llamado Periodismo de Investigación… donde teníamos como exponentes máximos a Truman Capote con A Sangre Fría o Tom Wolfe con Nuevo Periodismo.
Eso era periodismo vibrante e ilusionante, tanto para el periodista imbuido en la búsqueda de la verdad como para el lector que además de encontrar la profundidad de la investigación en el tema, tenía la literatura cercana a la novela.
Pero eso eran otros tiempos. Actualmente, nos encontramos que según los expertos en Internet y redes sociales, para captar el interés del público los artículos tienen que ir encabezados por «Los diez consejos…», «Las seis herramientas…». ¿Por qué? Porque el lector no tiene tiempo para más. Porque el lector busca simplicidad y brevedad. Porque el lector no quiere profundizar, quiere resolución.
Yo que estudié aquello y leí periodismo de investigación, puedo decir que me gustaba mucho más que lo que hay ahora. Obviamente hay que reciclarse y que adaptarse a los cambios, pero no por ello, reconozco que añoro ese tipo de periodismo que desgraciadamente ahora pocos hacen.
Y pongo en práctica mi adaptación al cambio que enlazo en Twitter este post por si hay más personas que quieran opinar.