El domingo 18 de noviembre se celebró una manifestación en Sevilla. Una de esas que casi todo el mundo mira desde la acera sin atreverse a emitir una opinión. Miran a gente con un problema -¡ojalá no me ocurra a mi!- Tal vez con un familiar desaparecido, con alzheimer o celíaco o cualquier otra circunstancia merecedora de compasión.
Pero el motivo de la manifestación no eran de ese tipo, no eran gente reclamando más atención pública y colaboración ciudadana para un determinado problema reconocido como tal por todos. Nadie está en contra, por ejemplo, que la policía busque a los desaparecidos y no importa demasiado firmar un pliego pidiendo que haya más policía dedicados a ellos. Otra cosa es meterse en la manifestación o en la asociación correspondiente de afectados. Es normal.
Estos manifestantes eran en su mayoría padres separados, separados de su ex-mujer por voluntad propia -y de eso no se quejaban- pero también de sus hijos en contra de sus deseos, y por eso es por lo que se asocian y salen a la calle pidiendo un cambio en el derecho de familia, reclamando que la custodia compartida de los hijos en caso de separaciones sea tenida como la primera opción, la más beneficiosa para todos, y no como la última, y en la práctica casi imposible, como ocurre ahora.
En la Plaza de España se leyeron varios manifiestos. El primero de ellos a cargo de una joven, no sé si en nombre de alguna asociación, de los organizadores de la marcha o por iniciativa propia. El caso es que hizo un gran discurso que elevó el acto y sus reivindicaciones muy por encima del tono mediocre al que nos tienen acostumbrados en cualquiera de los debates públicos actuales.
No es sólo que en este país haya mucha mala leche, que la hay, es que además parecemos los maestros de la manipulación. Si el Gobierno intenta un diálogo con ETA, con el noble objetivo de acabar con la violencia, lo que parece lógico suponer, los que están en contra no salen hablando de tácticas o errores, sino que directamente lanzan artillería pesada con acusaciones de claudicación, alianzas con los terroristas, antipatriotismo y todas esas lindezas. Pues igual a los que piden, pedimos, trato igualitario al hombre y la mujer, y por tanto custodia compartida, nos tildan con toda la tranquilidad del mundo de maltratadores, o al menos aliados de estos o enemigos de la lucha contra el maltrato a la mujer.
Esta joven de la que hablo salió al escenario para poner las cosas en su sitio, pasando por alto un debate indecente, el que relaciona violencia machista y reclamaciones de custodia compartida, aunque haya que entender que a muchos entre el público les enardezca, los que se han visto perjudicados por denuncias falsas de maltrato en su proceso de separación.
Leyó, y muy bien leído, un manifiesto feminista por la igualdad, reclamando el espíritu del feminismo original, aquél que exigía los mismos derechos y los mismos deberes para hombres y mujeres, dentro y fuera de casa. Por lógica aplastante, si se quiere que mujer y hombre compartan las tareas domésticas y la crianza de los hijos -eso es igualdad- en caso de separación hay que hablar de custodia compartida.
Entonces ¿cómo es que las que se llaman hoy feministas están en contra de la custodia compartida? ¿por qué se empeñan en mezclar este asunto con el del maltrato, cuando no llegan –y han llegado- a identificar los que reclaman igualdad con los maltratadores? ¿por qué las abogadas feministas propician denuncias falsas de maltrato durante los procesos judiciales?
Es difícil no caer en la tentación, pero es bueno lo que esta chica hizo: no entrar en un debate manipulado y tratar de los fundamentos de las cosas sin complejos. Lo mismo que nadie debe estar obligado a hacer profesión de fe democrática para defender una determinada negociación con ETA y así defenderse de los que por ello le acusan de terrorista o amigo de los terroristas, tampoco habría que tener nadie la obligación de manifestarse contra determinados delitos, como el maltrato, para defender algo que muy poco tiene que ver con ello.
Los/las, en este caso muchas más las que los, que mezclan churras con merinas sabrán por qué lo hacen. Lo que sabemos todos es que con ello consiguieron echar para atrás las disposiciones favorables a la custodia compartida en la ley del divorcio de 2005. Fue un espectáculo vergonzoso que la mayoría presenció desde la acera, como la manifestación de hoy.
Aún así, dejando la ley en este aspecto las cosas tal como estaban o peor, resulta que «ciertas concesiones efectuadas en la reforma de la ley de divorcio (guardia y custodia compartida) se han utilizado como acicate por los practicantes del terrorismo sexista», según un comunicado de numerosas organizaciones feministas.
¿Quién no conoce de cerca un caso de separación con manipulación de los hijos? ¿Quién no conoce de cerca denuncias falsas de maltrato? Pero, aún así, está claro que se trata de una realidad incómoda. Asuntos de alcoba, como se denominaba a aquellos temas de interés exclusivo de la pareja –del matrimonio, vamos- sobre los que los demás no debían ni comentar.
La igualdad entre los sexos y la defensa de los derechos de los menores no es un asunto de alcoba ¿o si?
En esta vida no se puede generalizar, porque cada caso de separación es diferente. Estoy de acuerdo con la custodia compartida, en el caso de que los padres sean dos adultos maduros y responsables.Mas existen situaciones en las que desgraciadamente el padre es un maltratador, tanto físico como psíquico y los mismos hijos son los que no se quieren ir con él: le tienen miedo. En una separación hay que evitar a los hijos el sufrimiento, incluso se puede renunciar a la pensión, para que la familia deje de sufrir , lo más importante es que los niños crezcan sanos y desde luego nunca utilizarlos .En el caso de que el hombre sea una persona responsable varía todo, porque también quiere disfrutar de sus hijos, por eso hay que examinar con cuidado la situación en la que quedan los menores, ellos son los más importantes y también los más vulnerables.
Imagínate, Clara, que un negro solicita una beca de estudios y se discute la posibilidad de que tenga escasa capacidad, por ser negro, o que una mujer pide plaza como conductora de autobuses y se plantee el prejuicio generalizado de que las mujeres conducen regular, o que un gitano haga lo propio optando a una plaza de guarda jurado y se recele de él por su condición…
Ya nadie imagina que situaciones de este tipo se airen en los medios ni se defiendan en instancias de poder ¿No es parecido a lo que sufrimos los hombres? ¿Cómo puede plantearse de principio la posibilidad de que el padre que pide custodia compartida sea un maltratador, y que de ningún modo la madre lo puede ser? ¿Cómo justificar presunciones tan ofensivas como esa?
Desde luego que estoy de acuerdo en que se nieguen custodias (compartidas o no) a maltratadores, violadores, asesinos en cadena, psicópatas, drogadictos y tantas y cuando se den las muchísimas condiciones del ser humano que no son compatibles con la crianza y educación de menores. Se nos ofende cuando de antemano se habla de una u otra posibilidad, y no en el caso de la mujer.
Regular la custodia compartida como opción preferente no es imponerla a todos. Pero debería ser lo normal, como es normal que ni el padre ni la madre sean maltratadores, ni sean criminales.
Hola, Silvestre.Desde mi condición de madre y mujer siempre he luchado por mi hijo al que desde que nació muestro un cariño incondicional; por él he luchado en la vida casi más allá de mis posibilidades y el resultado ha sido formar una persona llena de cualidades humanas, sociable y culta. Pienso que los hijos deban tener dos referentes: el masculino y el femenino.
Soy partidaria de que durante el curso los hijos estén con la madre y que el padre pueda verlos cuando quiera, o con un régimen de visitas.Esto mientras son pequeños, después son los propios hijos quienes pueden elegir, el caso es que los niños hagan una vida lo más normal posible, sin coacciones por ninguana de las partes. Como el otro día decía, cada caso de separación es diferente: hay madres que se van de casa con un amigo y nunca vuelven, pero no son los casos más frecuentes. Como en cualquier especie animal las madres son las encargadas del cuidado de las crías, pero teniendo en cuenta de que afortunadamente en la sociedad actual los roles son compartidos,pueden existir padres capacitados para cuidar personalmente a los hijos pequeños.Lo mejor es llegar a un acuerdo si las dos partes están de acuerdo y examinar qué es mejor para los niños, sin rencores y como el último día explicaba: sin que lo paguen víctimas inocentes. No es fácil ser un hijo de padres separados, por eso la patria potestad compartida no me parece mal.
Si el otro día hablaba de maltratadores no se trataba de casos aislados: no hay más que oír los telediarios e incluso se ha creado un ministerio para la ayuda a la mujer.¿Esos hijos estarían bien con sus padres y aprenderían mucho de ellos? Otro matiz: la mayoría de las separaciones son a petición femenina. Cuando una mujer dedicada sólo a las tareas de su casa toma la iniciativa de la separación, aun sin medios económicos es que está muy harta, porque la mayoría aguanta por los hijos.
También conozco dos casos de mujeres maltratadoras, que aun así tenían la custodia de los hijos: uno tenía un bar y un montón de hijas; cuando el cajón estaba rebosante de dinero el marido se escapaba se iba y tardaba dos meses en volver.La mujer lo esperaba a pedradas, porque ésta era una vaquera de las del Arcipreste de Hita, digna de protagonizar alguna aventura en El libro de Buen Amor; luego se reconciliaban y hasta la próxima.
El otro caso que conozco es el de una universitaria que pateaba al marido en la cama, que acabó yéndose con otro. En este caso sí existía una patria potestad compartida, aunque el niño vivía con la madre. Mundo variado éste el de los padres separados, yo personalmente no me opongo a que un hombre válido se haga cargo de sus hijos, siempre que la mujer esté incapacitada o no sea buena madre.Comprendo que a los hombres se os ha negado una de las facultades que hacen de las mujeres criaturas especiales: la maternidad,pero hoy en día el hombre quiere a sus hijos igualmente, es competente y no hay que negarle el derecho a que disfrute de ellos.
Clara, estoy de acuerdo con casi todo lo que dices, pero me sorprenden algunas. Hablas de mujeres dedicada sólo a las tareas de su casa, sin medios económicos, que sé que existen, pero que, afortunadamente, ya no son el prototipo.
Pareces que tienes puesta tu mente en tiempos pasados y en modelos de gran desigualdad entre sexos. Dices que te parece bien que un hombre válido se haga cargo de sus hijos, siempre que la mujer esté incapacitada o no sea buena madre. O sea, que crees que, por pincipio, la madre debe estar por encima del padre en cuestines de crianza y educación.
Porque ¿qué pasa si los dos son igualmente válidos? Si los dos son “buenos padres”. Desgraciadamente la cultura del litigio en las separaciones lleva a muchos a acusarse mutuamente de “mal” padre o madre, cuando saben que no es verdad. El caso es llevarse el gato al agua y para eso vale cualquier cosa.
Sencillamente te digo que creo en la igualdad de sexos y que no se deben tener prejuicios que perjudiquen o beneficien a mujeres o a hombres, solo por su condición. La cuestión biológica que hace más idonea para la crianza a la mujer que al hombre se acaba en el momento que acaba la lactancia. Si tal consideración se extiende en el tiempo es debido a la cultura machista. Así de claro.
Que la mayoría de los hombres sigan sin implicarse, o implicándose poco, en cuestiones domésticas (y entre ellas la crianza) es un problema y no debe tomarse como algo inmutable. Ya somos muchos los que no tenemos nada que ver con estas actitudes, y ahora algunos parece que nos lo reprochan por que nos metemos en el campo de la mujer, e incluso hay un Secretario de Estado que llama neomachistas a los que así somos, e incluso agresores por que lo que realmente queremos (dice ese tal Lorente) es humillar a la mujer.
Esto es de locos. La igualdad es la igualdad, y estas nuevas teorías son incalificables, desde luego más próximas al machismo tradicional que al feminismo de la liberación de la mujer.
De todas maneras, nada de esto debiera tener especial relación con el tema del maltrato, porque no se puede condicionar un discurso generalista por situaciones excepcionales. No solo el hecho de que haya maltrato debe condicionar una desición judicial sobre la custodia de un menor (lo que nadie cuestiona) sino que hay otras muchas circunstancias, como la drogadicción, equilibrio sicológico, recursos económicos, lugar de residencia, pertenencia a sectas destructivas… y que sé yo cuantas cosas más.
¿Por qué este empeño de relacionar la custodia compartida con los maltratos? No por una intención inocente. No por defender a las maltratadas. Se trata de detener los progresos hacia la auténtca igualdad entre sexos.
El caso de José Antonio Santos da que pensar. En ABC publicaron un buen reportaje (hay que reconocerlo, aunque no sea la norma del medio). Te pido que lo leas (lo reproduzco abajo, la URL es http://www.abcdesevilla.es/20090602/sevilla-actualidad/denuncias-malos-tratos-sevilla-200906012336.html).
También otro caso de Bujalance (www.europapress.es/andalucia/noticia-vecinos-bujalance-tachan-injusticia-separacion-nina-madre-entregarsela-padre-20090605203352.html). He leido poco sobre él, pero me pregunto qué ocurriría si la que se hubiese ido de Tenerife fuera el padre (con secuestro de niño incluido). Fíjate como hay una clara tendenciosidad en la suposición de la maldad del padre.
El 64 por ciento de las denuncias de malos tratos en Sevilla son archivadas
http://www.abcdesevilla.es/20090602/sevilla-actualidad/denuncias-malos-tratos-sevilla-200906012336.html
El 17% de las 6.294 mujeres sevillanas que en 2008 presentaron denuncias por violencia de género terminaron retirándola, según datos del Consejo General del Poder Judicial. Del total de los procedimientos judiciales por denuncias de maltrato, el 62% se archivaron provisionalmente —en la mayoría de las ocasiones porque las mujeres no quisieron declarar contra el presunto agresor y no había más prueba que su testimonio— y el 2% fueron sobreseídas antes de llegar a juicio.
En 2008 los juzgados de Violencia de Género de Sevilla dictaron 194 sentencias absolutorias y 253 condenatorias. Además, otras 699 denuncias fueron elevadas a órganos competentes una vez investigadas porque por la gravedad de los hechos corresponde a los juzgados de lo Penal o la Audiencia juzgarlos.
En 1.045 casos hubo lesiones y malos tratos físicos ocasionales; en 433 casos hubo malos tratos físicos habituales; en 386 casos hubo malos tratos psíquicos habituales; en 156 casos malos tratos psíquicos ocasionales y 164 denuncias fueron por malos tratos con lesiones de gravedad.
Estos datos cobran actualidad tras conocerse, tal y como publicó ayer ABC, que José Antonio Santos, vecino de Bormujos de 39 años, pasó once meses en la cárcel por las denuncias falsas de su pareja, que incluso llegó a autolesionarse para inculparle.
Francisco Serrano, juez de Familia 7 de Sevilla y autor del libro «Un divorcio sin traumas» (Editorial Almuzara), comentó ayer a ABC respecto a este noticia que «la ley de Violencia de Género se está utilizando por parte de muchas mujeres por despecho, rencor o para sacar beneficio», dice sin remilgo este magistrado.
«Hay mujeres que usan la Ley de Violencia de Género para apartar a sus hijos de sus padres, como una estrategia más de alienación parental. Hay casos en los que las mujeres no dejan a los padres ver a sus hijos y les amenazan con denunciarles por maltrato para que firmen el convenio regulador». admite este juez.
A su juicio, «ahora se está produciendo una situación de abuso en perjuicio de muchos padres, así como de hijos a los que de forma injustificada se les apartan de sus progenitores con órdenes de protección y medidas de alejamiento».
«El 90% de las denuncias por maltrato no deberían ir a un juzgado de Violencia, sino —dice — a mediación familiar o al Juzgado de Familia. Si de cada 100 denuncias protegiéramos a esas diez mujeres realmente maltratadas, daríamos confianza en el sistema a las mujeres que no denuncian por miedo».
El problema está, en su opinión, en que hay que redefinir el concepto de «maltrato». «La Ley no protege a la mujer por el hecho de ser una mujer maltratada ni al hombre por ser un energúmeno maltratador, sino por ser mujer y hombre, y eso es un derecho penal de autor, donde no se castiga a la persona por lo que ha cometido, sino por lo que es: ser hombre o mujer».
Serrano va más allá al decir que «las mujeres no tienen por qué estar especialmente protegidas por el hecho de ser mujeres porque de ser así pasarían de estar bajo la tutela marital a la tutela institucional. Eso sería humillante para las mujeres porque supondría que la Ley considera a la mujer un ser inferior y sometida al hombre por tener una relación de pareja».
«En un momento de arrebato un padre al que no le dejan ver a los niños puede decirle a su mujer: ¡oye, pendeja, déjame ver a los niños, que te vas a enterar!. Según la Ley, eso entra dentro del concepto de maltrato y no es una denuncia falsa, pero es una injusticia que a ese señor lo puedan detener y condenar, así como estigmatizar como maltratador», añadió.
«Aquí, en una situación de conflictividad familiar, en lugar de echar agua al fuego, echamos gasolina. Esa tensión emocional podría ser reducida con métodos preventivos a través de conciliación familiar o el juzgado de familia».
Para este juez y escritor, «la violencia de género se ha convertido en un negocio político y crematístico porque hay mucho dinero de por medio a través de ayudas a las maltratadas y subvenciones a ONGs y entidades».
En cuanto a las ayudas que las administraciones dan a mujeres maltratadas, afirma que «se dan casos de parejas de inmigrantes que pactan denunciarse para cobrar esas ayudas. Hay que investigar cuándo se retira una denuncia por miedo y qué denuncias son producto de un auténtico abuso».
Control de las ayudas
Por otra parte, puntualiza que hay mujeres maltratadas que continúan recibiendo esas ayudas aunque la denuncia haya sido sobreseída o el denunciado haya sido declarado inocente. «Eso ocurre —explica— porque no se pone en conocimiento del órgano pagador que hay un sentencia absolutorio o un sobreseimiento de la causa».