El encuentro ‘La sequía en Andalucía’ reunió el pasado martes 2 de abril de 2024 en la Fundación Más por iniciativa de ISA a dos grandes expertos, que ilustraron a la treintena de asistentes de manera muy esclarecedora sobre un asunto capital. Jaime Palop, ex presidente de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, ex consejero delegado de Emasesa, y director general en el Gobierno central; y Javier Bustamante, vicedirector de la Instalación Científico técnica Singular de Doñana, fueron los ponentes.
Palop resaltó que la sociedad ya no ve como infinitos los recursos naturales, aunque España lleva un siglo con olas mismas políticas hidráulicas, con la obcecación de que el medio ambiente se adapte a nuestras necesidades. El país cuenta con más de 1.000 presas y 60 trasvases. El experto indicó que Andalucía tiene una demanda de 5.500 hm3, cuando la oferta en 2021 no llegaba a esa cifra, pues era de 409 hm3 menos, e incluso haciendo todas las obras previstas el déficit solo bajaría a 268 hm3.
El regadío es el gran consumidor. En España existen 3,6 millones de hectáreas así, y en la cuenca del Guadalquivir se acumula 1 millón de ellas. Palop admitió que, aunque las últimas lluvias, “nos han salvado por la campana, aquí pasa algo, y lo que pasa es que hicimos mal los planes de sequía en 2012 porque no se tuvo en cuenta el cambio climático”. Él se mostró favorable a guardar unos 20 hm3 al año para tener una reserva blindada respecto a la capital andaluza.
Javier Bustamante recordó que en Doñana hay ciclos muy cambiantes que provocan que no llueva igual todos los años, de forma que se genera biodiversidad en el espacio natural. Las perspectivas futuras indican más temperatura y menos lluvia, alrededor de entre el 10 y el 20%. “Esto provocará marismas más efímeras y que las especies del norte de África sean las mejor adaptadas”, además de que “mientras más rápidos sean los cambios, peor”.
Bustamante señaló que además de la sobreexplotación de los acuíferos de Doñana por agricultura y turismo existe una contaminación de fondo tanto agrícola (sobre todo nitratos), como urbana (fosfatos), y la presencia de microplásticos y compuestos medicinales, como antibióticos.
Andalucía ha sufrido a lo largo de la historia estas adversidades; en la época de Al-Andalus, cronistas como Ibn Hayyan relatan la escasez de lluvias sufridas en Córdoba durante el año 941, y más recientemente en el siglo XX fueron destacadas las que afectaron a Sevilla en los años 1974 y 1976, y la más catastrófica ocurrió entre 1992 y 1995. Lo novedoso en la actualidad es que según las previsiones del cambio climático las sequías serán más intensas y frecuentes; y por otro lado, las demandas también crecerán según las proyecciones de mayor agricultura s intensiva, industria y turismo.
Según la aplicación MAPA CLIMA, la web de la Junta de Andalucía que marca las previsiones de lluvia y temperatura, entre 1960 y 2100 las precipitaciones -tomando como referencia las 8 capitales andaluzas- descenderán un 30%. Respecto a las temperaturas, el panorama es durísimo. La temperatura media anual tendrá un repunte entre 1961 y 2100 que, en el mejor de los casos, se fija en 3,3 grados más, el caso de la ciudad de Cádiz. El valle del Guadalquivir sufrirá con mayor intensidad, ya que las tres capitales encabezan este apartado: Jaén (5,6 grados más), Córdoba (5,5) y Sevilla (5,4). El caso de Granada también resulta notable, con una media de 5,3 grados más.
La sequía meteorológica ya no es circunstancial, y por tanto la ‘sequía’ socioeconómica (falta de agua para cubrir todas las demandas) se hace estructural. Haciendo un análisis básico de la sequía socioeconómica y sus posibles soluciones, valdría para su análisis el binomio RECURSOS/DEMANDA y sus proyecciones de futuro.
RECURSOS: Los recursos incluyen el agua de lluvia y su eficiente uso (menor consumo, embalses, los trasvases, la ampliación de depuradoras terciarias, desaladoras, reciclaje del agua, etc.). Según la CHG, la reducción del agua de escorrentía bajará un 9% entre 2022 y 2027.
DEMANDA: La demanda abarca los regadíos (intensivos, como cultivos tropicales o arroz), el turismo, los proyectos de hidrógeno verde, etc. Según la CHG, en 2027 la demanda será de 3.600 hm3 (85% agrario; 2,7% industrial; y 12% urbano), mientras que en 2039 bajará a 3.249 hm3 (85% agrario; 1,5% industrial; y 11,7% urbano).
Si las previsiones sobre las precipitaciones futuras apuntan a una reducción, solo cabe actuar sobre una mejora en la eficiencia de ese recurso; y en el caso de la demanda, si su previsión es un aumento creciente, tendremos que buscar medidas para revertir ese aumento. La reducción de la demanda es clave para una buena gestión en un futuro cercano y desfavorable para la disponibilidad de este recurso menguante. La administración del agua es un asunto que afecta a todos los ciudadanos, y por tanto debemos exigir una gestión transparente y participativa, siempre bajo el prisma de que el agua es un bien de titularidad pública, lo que es una garantía jurídica de su utilización con criterios de solidaridad frente a las tendencias tribales de apropiársela.
Se ha recogido información sobre grupos relacionados con el consumo y la gestión del agua para sus diferentes usos, y algunos hacen hincapié en mejorar la oferta (sobre todo en la eficiencia de su suministro y consumo) mientras que otros abogan por buscar un equilibrio entre la demanda y la oferta. Entre otros, la Asociación de Comunidades de Regantes de Andalucía FERAGUA ofrece un análisis pormenorizado de la situación actual y la disponibilidad de agua en las cuencas hidrográficas andaluzas, poniendo énfasis en los retos futuros a los que se enfrenta Andalucía y proponiendo soluciones para el desarrollo sostenible del sector agroalimentario.
La sequía es un asunto que en nuestra tierra ha estado presente a lo largo de la historia pero que en los últimos años parece llevar un avance progresivo que junto al cambio climático preocupa a nuestros conciudadanos y sobre todo a nuestros descendientes.
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