La crítica situación de la empresa más importante de Sevilla, que tiene cuatro meses para evitar la quiebra, debe ser objeto de análisis sobre qué se ha hecho bien y qué se ha hecho mal para llegar a esta situación de enorme preocupación para el futuro socioeconómico de Sevilla. Conocer la verdad es un estadio primordial para vertebrar soluciones. Y ahora es un momento crucial para garantizar el futuro de Abengoa, con un modelo de gestión mucho mejor que el que ha conducido a este abismo, y a partir de sus indiscutibles logros tecnológicos que son el fruto del gran trabajo de muchas personas que están repartidas por medio mundo. Para arrojar luz al debate, recuperamos esta tribuna, publicada hoy en Diario de Sevilla por Rafael Salgueiro, economista, profesor de Organización de Empresas en la Facultad de Económicas y Empresariales de la Universidad de Sevilla.
Consideraciones sobre Abengoa y su futuro
Análisis. La empresa sólo se librará del concurso con un plan que contemple una reducción de costes aún más intensa que la prevista hace un par de meses; esto tendrá un efecto inevitable sobre el empleo.
«El cash-flow es más importante que tu madre«. Esta sentencia, cuyo acrónimo en inglés es CFIMITYM, la produjo en 2008 el director del MIT Entrepreneurship Center, Ken Morse, y es de perfecta aplicación al caso de Abengoa. En esencia y desde hace años, sus operaciones no lograban producir el flujo de efectivo necesario para soportar las inversiones de la empresa, bien en el desarrollo de tecnología o bien en la construcción de instalaciones financiadas por ella, y atender los gastos financieros derivados de un volumen de endeudamiento muy elevado, tanto en relación con sus recursos propios como en relación con su cifra de negocio.
Esta situación, como digo, no es nueva. Está perfectamente reflejada en sus estados financieros desde hace años, pero se ha agravado sustantivamente en los tres trimestres que llevamos de 2015, debido a las pérdidas acumuladas. Por mencionar sólo algunos de los detonantes, hay que señalar la caída de los resultados operativos en el negocio de biocombustibles, cuyo precio ha descendido de forma paralela al del petróleo; los menores ingresos derivados de la venta de energía eléctrica generada en sus instalaciones en España; una disminución de la contribución que a sus resultados proporciona la participación en Abengoa Yield; y unos ingresos totales algo menores a los del mismo periodo en 2014.
Ya hace algunos meses se hizo evidente que no era posible obtener financiación en el mercado de valores ni tampoco financiación bancaria, ni siquiera quizá mantener las líneas de crédito existentes. De ahí que en el mes de septiembre los acreedores financieros establecieran unas condiciones duras para mantener la negociación. Entre ellas un cambio profundo en el gobierno corporativo, una reducción de gasto del orden de 100 millones de euros, una limitación muy estricta a las nuevas inversiones y un compromiso de venta de activos, bien unidades de negocio o bien instalaciones individuales. La aparición de una empresa industrial dispuesta a convertirse en accionista de referencia fue bienvenida, pero sus condiciones no han resultado aceptables para los bancos. En esencia consistían en el aseguramiento de una ampliación de capital y facilidades de liquidez sin garantías superiores a 1.000 millones de euros. Se entendía que este nuevo inversor podría moderar la venta de activos, que de otra forma se va a producir muy probablemente en una posición negociadora desventajosa.
No se han cumplido las condiciones básicas, lo supimos el martes, e inevitablemente Abengoa va a solicitar el preconsurso de acreedores. La noticia ha causado un revuelo comprensible, pero es el mejor camino, si no el único, para disponer del tiempo necesario para lograr un acuerdo con los financiadores evitando iniciar un concurso. Se podrá lograr si Abengoa produce un plan de viabilidad creíble y logra una reducción y restructuración de su endeudamiento. Y ese plan de viabilidad, de forma inevitable, ha de contener desinversiones y una reducción de costes más intensa que la prevista hace solamente un par de meses. Y esto, naturalmente, tendrá efecto sobre el empleo actual de la compañía.
Las preguntas inevitables se pueden sintetizar en una: ¿Cómo ha podido ocurrir esto en una empresa que está en primera fila mundial en sus actividades de ingeniería, con una cifra de ingresos que ha venido creciendo y de la que, con mucha frecuencia, tenemos noticia de que ha ganado un concurso millonario en algún lugar del mundo? La explicación más sencilla es que el core business no tenía capacidad para soportar nuevas líneas de negocio, ni tampoco para ser simultáneamente promotor, constructor y explotador de muy costosas instalaciones de generación renovable. La venta de algunas unidades de negocio, Telvent hace pocos años y Befesa recientemente, no han proporcionado recursos para compensar significativamente el endeudamiento.
Quizá haya que mirar algo más profundamente y analizar la orientación estratégica tomada hace años y claramente expresada en su lema corporativo: «Soluciones inteligentes para el desarrollo sostenible». Esta orientación se puede resumir en el desarrollo de capacidades en la desalación de agua, generación eléctrica solar y producción de biocombustibles. Esto último comenzó hace bastante tiempo, aplicando los recursos obtenidos con la desinversión en el negocio eólico, y ha conducido a Abengoa a una posición de liderazgo tecnológico mundial. De la misma forma que tiene liderazgo en la desalación de agua y la generación termosolar.
En definitiva, manteniendo sus competencias en ingeniería energética y fabricación de equipos eléctricos, Abengoa ha querido ser la avanzada de la descarbonización de la economía. Se ha aplicado a sí misma requisitos muy exigentes en la contabilización de sus emisiones directas e indirectas, incluyendo las derivadas de la producción de los suministros materiales que adquiere. Y a la vez ha querido ofrecer soluciones técnicas que permitan avanzar en esa descarbonización.
Pero esto sólo podía tener éxito si se cumplían dos condiciones. La primera era que el ritmo de desarrollo -es decir, de inversión- estuviese acompasado con la capacidad de generación de fondos para evitar un apalancamiento excesivo, y la segunda que en la agenda política mundial figurase en primer lugar la mencionada descarbonización, favoreciendo en consecuencia la generación de energía con fuentes no fósiles.
Ninguna de las dos condiciones se ha cumplido. El santo temor al calentamiento se está enfriando, tal como se demostró en la cumbre climática de Copenhague y sucederá en la próxima de París. La urgencia que dio lugar al protocolo de Kioto y sus obligaciones derivadas no se van a reproducir, sino que se discurrirá por un camino de contención y adaptación más razonable. No va a haber otro «cueste lo que cueste» como fue nuestro ímpetu en la generación renovable y también el de la Comisión Europea, ni tampoco otros países van a acelerar el ritmo de sustitución de fuentes energéticas sin considerar los costes implicados. Añádase a esto que el petróleo y el gas natural tienen tendencia a seguir abaratándose y que sin ser infinitos van pareciendo ser ilimitados.
En definitiva, Abengoa, una empresa admirable por muchas razones, tiene su futuro en el repliegue y enfoque en sus capacidades originales. Y en éstas cuenta con una cartera de importante volumen y un mercado potencial de enorme tamaño. El problema será hacer una desinversión razonable en algunas áreas de negocio y lograr un acuerdo con los bancos. Y éstos tienen mucho más que ganar con una clarificación de sus préstamos que verse abocados a ponerse en la lista de acreedores en un concurso.
En la imagen, Campus Palmas Altas, sede de Abengoa, en calle Energía Solar (2011) en Sevilla.
No Comment