“…El señor O’Dea dice:
-Muy bien, McCourt, lee tu redacción a la clase.
-El título de mi redacción es: «Jesús y el tiempo».
-¿Qué?
-“Jesús y el tiempo”.
-Está bien, léela.
-Ésta es mi redacción:
No creo que a Jesús, que es nuestro Señor, le hubiese gustado el tiempo de Limerick, porque siempre está lloviendo y la ciudad está siempre húmeda por el Shannon. Mi padre dice que el Shannon es un río asesino porque mató a mis dos hermanos. En los retratos de Jesús siempre se le ve andando por el antiguo Israel con una sábana. Allí no llueve nunca y no se oye decir que nadie tosa ni que a nadie le dé la tisis ni nada por el estilo, y allí nadie tiene trabajo porque lo único que hacen es estar por ahí, comer maná, sacudir el puño y asistir a las crucifixiones.
Siempre que Jesús tenía hambre lo único que tenía que hacer era ir andando por el camino hasta que encontraba una higuera o un naranjo y comer hasta hartarse. Si quería tomarse una pinta de cerveza, movía la mano sobre un vaso grande y aparecía la pinta de cerveza. O podía visitar a María Magdalena y a la hermana de ésta, Marta, y le daban de comer sin rechistar y le lavaban los pies y se los secaban con el pelo de María Magdalena mientras Marta fregaba los platos, lo que me parece injusto. ¿Por qué tenía que fregar ella los platos mientras su hermana se quedaba sentada charlando con Nuestro Señor?
Es una buena cosa que Jesús decidiera nacer judío en esa tierra caliente, porque si hubiera nacido en Limerick habría cogido la tisis y se habría muerto en un mes, y no habría Iglesia Católica, y no habría comunión ni confirmación y no tendríamos que aprendernos el catecismo ni escribir redacciones sobre Él. FIN.»
El señor O’Dea se queda callado y me dirige una mirada rara, y yo me inquieto, porque cuando se queda callado de ese modo eso significa que alguien va a sufrir.
-¿Quién te ha escrito esa redacción, McCourt? -pregunta.
-Yo, señor.
– ¿Te ha escrito tu padre esa redacción?
– No señor.
Me sacan de la clase de quinto curso y me ponen en la de sexto del señor O`Halloran, con todos los chicos que conozco.
El señor O’Halloran no puede mentir. Es el director.
Dice:
“Tenéis que estudiar y que aprender para poder llegar a vuestras propias conclusiones, pero no podéis llegar a conclusiones si tenéis la mente vacía.
Amueblaos la mente. Es vuestro tesoro, y nadie en el mundo puede entrometerse en ella. Si os tocase la lotería y os compraseis una casa que necesitase muebles, ¿la llenaríais de trastos viejos de la basura? Vuestra mente es vuestra casa, y si la llenáis de basura de los cines se os pudrirá en la cabeza. Podéis ser pobres, podéis tener rotos los zapatos, pero vuestra mente es un palacio.
Nos hace salir uno a uno al frente y nos mira los zapatos. Nos pregunta por qué los tenemos rotos o por qué no tenemos zapatos siquiera. Dice que esto es una vergüenza y que va a organizar una rifa para ganar algo de dinero y para que podamos tener botas fuertes y calientes para el invierno”.
Frank McCourt
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