Leer da sueños


Siempre relacionamos las bibliotecas como espacios y lugares que acumulan libros. Raras veces pensamos que cada persona es un libro abierto y que necesita espacios para expresarse, lugares que frecuentar para compartir la vida, formando bibliotecas humanas para encontrar formas diferentes de leer la vida expuesta en los libros y en el alma de las personas que leen, cuando se demuestra que la lectura nos hace más libres para interpretar nuestras aspiraciones de dignidad legítima, porque es verdad que “leer da sueños”.

Esta es la razón de por qué una biblioteca de Sevilla, una ciudad en la que el gran escritor Stefan Zweig dijo, en su visita a esta ciudad en 1905, que “aquí se podía ser feliz”, el Colegio Público (C.E.I.P.) Andalucía, situado en un barrio de la ciudad, las Tres Mil Viviendas, en el que la pobreza severa y la exclusión social son señas de su identidad desde hace ya muchos años, demasiados en esta perpetuidad como nadies, los hijos de nadie, que nos recuerda siempre Eduardo Galeano en su escuela del mundo al revés, ha conseguido el Premio Nacional al Fomento de la Lectura 2023, en el que el jurado ha valorado “el espíritu de lucha de una comunidad educativa que apuesta por el fomento de la lectura como antídoto contra las desigualdades en un entorno difícil como es el barrio sevillano de las Tres Mil Viviendas.

En este contexto, toda iniciativa que ponga su foco de atención en la creación de una biblioteca de barrio, puede mirarse en este espejo, la Biblioteca “Fantasía”:

Una publicación reciente de este Colegio me ha conmovido. Lleva por título Leer da sueños: “Así es. A lo largo de nuestra vida hemos escuchado frases como “si no tienes sueño, ponte a leer que seguro te entra…» Y puede que sea cierto, pero no más cierto que la misma frase en plural… “Leer da SUEÑOS». Así, en mayúscula y bien grande. Y es que los SUEÑOS tienen mucho que ver en nuestro cole, y LEER, también”. Crear una biblioteca, en cualquiera de los barrios considerados de mayor pobreza y exclusión social no sólo de Sevilla sino de nuestro país, es un proyecto fascinante y debería contar, junto a los fondos tradicionales y entre sus actividades, con una sección dedicada al “fondo humano”, si así se pudiera llamar, donde tendríamos la oportunidad de organizar encuentros para “retirar” libros (personas) en actos concretos y “leer” lo que nos cuentan sobre sus vidas, que siempre son libros abiertos, no como se entiende hoy esta expresión vinculada a la sabiduría de una persona determinada, sino a la realidad de esa persona que aparece ante mí con un título y que puede ser de interés general conocerla. Sería muy interesante que llegara un día que estas bibliotecas de barrio, pudieran anunciar que se incorporan a su fondo personas, para “conocer” (leer) a fondo su vida, sus lecturas preferidas, porque de esta forma los lectores podrían “tomar prestados seres humanos” (valga la expresión) como libros abiertos y tener conversaciones a las que normalmente no tendríamos acceso. Cada libro humano de las nuevas estanterías de la sección humana de estas bibliotecas podría representar un grupo en nuestra sociedad que a menudo está sujeto a prejuicios, estigmatización o discriminación debido a su estilo de vida, diagnóstico, creencias, discapacidad, estatus social u origen étnico. Aquí tendrían cabida los nadies, los hijos de nadie, los dueños de nada, los nadies: los ningunos, los ninguneados, por ejemplo, que tendrían muchas cosas que decir y denunciar sobre su realidad en sus barrios de pertenencia. ¿Dónde está la diferencia sobre una biblioteca tradicional? En que las relaciones humanas se enriquecerían hasta límites insospechados porque cada persona de estos barrios tan pobres de Sevilla es un mundo y nos podría aportar muchas enseñanzas la “lectura” de su vida. Preciosa idea para cuidar el alma humana. Creo que algo así intuyó el historiador siciliano Diodoro de Sículo en el siglo I a.C., cuando sobre las estanterías o nichos (bibliotecas, en griego) donde se colocaban los rollos de papiros que se podían leer en la Biblioteca de Alejandría, figuraba siempre un letrero sobrecogedor: lugar del cuidado del alma o más exactamente “Clínicas del alma”.

José Antonio Cobeña

 

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