NIVEL CLÍNICO Y TECNOLÓGICO EN LOS TRASPLANTES DE ANDALUCIA


Por Ángel Cebolla Ramírez. Presidente de BioAndalucía

Las empresas biotecs han movilizado en un año en Andalucía seis millones, la mitad que una sola firma americana.

Permitan que empiece con un ejemplo para explicar la reflexión que hago en estas líneas. Como saben, España, y en buena manera Andalucía, es líder mundial en trasplantes de órganos. Sin embargo, toda la tecnología asociada para diagnosticar, operar y medicar se debe comprar, principalmente en EEUU o en Alemania. Es decir, países a un nivel inferior en este campo obtienen retornos por cada trasplante en España.
No tenemos industria que cree riqueza de ese conocimiento. La excelencia de los extraordinarios clínicos que disfrutamos no genera trabajo en Andalucía, sí en los países que desarrollan y fabrican productos para estas complejas operaciones.
Este caso de desconexión entre los sectores científico-tecnológico y el productivo ejemplifica el esfuerzo de BioAndalucía –y las empresas que engloba– por lograr el status que merece el sector, joven y demandante de conocimiento especializado. Más cuando en 2010 Andalucía lideró por tercer año consecutivo la creación de empresas biotec en España. Según ASEBIO, incluso han surgido dos de las tres primeras empresas nacionales que cotizan en el mercado alternativo bursátil. Existen empresas, como Vircell, ya entre las más exportadoras de la comunidad.
Sin embargo, la mayoría de las empresas biotecnológicas andaluzas son pequeñas, cuando se precisan tanto más número como dimensiones mucho mayores para aprovechar la energía y conocimientos de los jóvenes que, ahora, emigran para trabajar. La mayoría de las inversiones públicas han ido encaminadas a fomentar un tejido investigador público, esperando la eclosión espontánea de una industria potente por la creación de institutos de investigación.
¿Pero de qué va a servir generar conocimiento científico de altura, si casi toda la actividad para aplicarlo está en otras regiones del mundo? El recorrido es ruinoso: otros países generan productos con la investigación de los andaluces, que al final consumiremos en nuestros hospitales y centros de investigación, sufragados también con fondos andaluces. Y quizás esa tecnología comprada en el extranjero, en el colmo del sarcasmo, la hayan desarrollado nuestros propios paisanos emigrados formados en nuestras universidades.
Un mismo conocimiento y actividad se valora de forma muy distinta en esos países que emplean a nuestros trabajadores emigrantes más cualificados. El valor de una empresa biotecnológica en EEUU con una dimensión similar a una española es 15 veces mayor. No hay un mercado de inversores privados que aprecien el potencial de las empresas biotecs españolas. El capital riesgo total que han movilizado en un año en Andalucía para este tipo de empresas ha sido de 6 millones de euros. Menos de la mitad de lo que una sola empresa biotec americana suele obtener desde inversores.
No nos debe pasar desapercibido los resultados positivos de lo que se ha hecho bien en Andalucía. La sociedad de capital riesgo pública, Invercaria, ha conseguido con algo más de 10 millones de euros impulsar a decenas de empresas innovadoras que han creado más de 200 puestos de trabajo cualificados, de las que una sola ya factura más del doble de toda la inversión global mencionada. La comparación del resultado en rentabilidad social no deja lugar a dudas. Mientras el sector privado crea cientos de puestos de trabajo, en gran medida autofinanciados con su actividad, apenas hay casos de empresas creadas por estos nuevos centros de investigación públicos.
¿Qué medidas harán más grande el sector? La apuesta inversora de la administración en las nuevas empresas biotech, liderando la formación de un mercado inicial regional para ellas, acompañando el lanzamiento de productos con la Compra Pública de Tecnología Innovadora a empresas biotecs del entorno, y más proactividad en la consecución de financiación público-privada. El mayor déficit del tejido investigador biotecnológico nacional es el saber hacer productos que se consuman de forma habitual. Este conocimiento solo se adquiere cuando los investigadores se enfrentan a hacer rentables sus empresas.
La mejor universidad para dicho conocimiento es la empresa. Una economía del conocimiento germina en el conocimiento práctico para desarrollar productos, proteger la tecnología, y aplicar una estrategia comercial.
Las biotecs que se han podido abrir camino en el mundo con productos innovadores tienen conocimiento y experiencia que raramente van a encontrar los administradores públicos en universidades centradas en la teoría y la investigación no orientada (¿desorientada?). Este saber hacer significa riqueza y puestos de trabajo sostenibles, debe aprovecharse para crear una sociedad más avanzada en Andalucía, donde nuestros jóvenes mejor formados tengan su lugar desde donde ofrecer el talento a la humanidad.

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