18 de enero / Casa de la Provincia
Ponentes:Antonio Miguel Bernal Rodríguez (Catedrático de Historia) y José Luis Rodríguez del Corral (Escritor).
Modera: José Aguilar (Diario de Sevilla)
Sevilla es una ciudad histórica pero sin historiar. Fragmentos valiosos de la historia urbana han sido investigados, pero no contamos con una interpretación completa, una visión global de la ciudad en la historia. Y ello a pesar de que la ciudad ha acogido a algunas de las personalidades más relevantes de la historiografía española (Ramón Carande, Antonio Domínguez Ortiz…). Frente a ello domina una literatura histórica de baja calidad, centrada en aspectos anecdóticos o directamente tergiversadora.
Y, sin embargo, el recurso a la historia, la permanente vuelta a un pasado histórico mitificado y mixtificado es una constante en la vida de la ciudad.
Esa mirada al pasado puede tener diferentes intenciones. Puede servir como fundamento de su desarrollo, de su progreso social y económico (la tradición textil de la ciudad puede ser un buen ejemplo de esa interiorización de la historia como base de una actividad económica recuperada y prolongada como factor de competitividad).
Pero, también, puede ser utilizada como coartada, como justificación de un fracaso. Cuando se trata de ciudades que han alcanzado una dimensión universal (como es el caso de la Sevilla de los siglos XVI y XVII, Nápoles en diversos momentos históricos, Venecia…) la mitificación del pasado se convierte en referente permanente cuando se trata de justificar o explicar una decadencia centenaria.
Es entonces cuando se utiliza a la historia como recurso, como paliativo de la insatisfacción del presente, pero también como «sistema canónico para fijar intereses y objetivos interesados».
La dimensión del pasado pone el énfasis en aspecto eminentemente culturalistas, obviando los aspectos sociales, económicos y, sobre todo, políticos.
Ello permite, por un lado, la reafirmación de egos y mitos locales de muy variada intencionalidad: la memoria de la ciudad universal, la ciudad centro del Imperio, la ciudad de las tres culturas, la vanguardia de la contrarreforma…
Pero influye, también, en la formulación de proyectos de futuro como un medio para señalar objetivos y modelos no siempre bien definidos o espurios: una recuperación del pasado a través de proyectos salvadores, generalmente desde una posición de dependencia exterior (se citan, por ejemplo, la histórica reivindicación del río como clave del desarrollo de la ciudad, la idea de hacer de Sevilla el tercer gran centro industrializador de España, como se decía en el franquismo, o más recientemente la proyección aeronáutica de Sevilla).
Iniciativas casi siempre coyunturales y oportunistas con la coartada histórica.
Sin embargo, ¿cuál es la causa más profunda del fracaso de la ciudad?. Se citan diversos hechos coyunturales, diversas situaciones que confluyen en explicar la decadencia urbana: el éxito del espíritu contrarreformista, el localismo empobrecedor, la ausencia de una clase dominante interesada en el proceso de modernización de la ciudad, la ausencia de reformadores sociales sevillanos, la perdida de protagonismo en el comercio americano, las oportunidades perdidas en el siglo XIX con la «ruralización» del poder local, la debilidad del capital social, un entorno regional poco propicio a consolidar procesos de economías urbanas modernas…
Como concepto explicativo más general se introduce aquí el concepto de la ciudad como sistema de poder.
«Es la dimensión genuina que dio origen y razón de ser al renacimiento urbano en Europa -que enlaza con la función primordial del mundo urbano del mediterráneo clásico».
En ese sentido «la ciudad es un espacio de convivencia donde el factor articulador es el quehacer público, político. Y es en esta dimensión donde la trayectoria histórica sí que tiene mucho que ver como factor que ayude a analizar y comprender el significado de una ciudad como Sevilla que, de esa función política primordial, hace dejación vergonzante».
La ausencia de un sistema de poder comprensivo de los objetivos de desarrollo urbano y capaz de articular la ciudad hacia esos objetivos será un factor clave de la pérdida de posiciones de Sevilla en el conjunto europeo y nacional. La incapacidad de hacer emerger la función política de la ciudad y, con ella, su influencia dentro de las estructuras del Estado constituirá el principal factor de decadencia. Con ello surge también el mito de la responsabilidad externa del fracaso (se plantean ciertos ejemplos de contraste entre las ciudades de Barcelona y Sevilla, como, por ejemplo, la diferente historia de las primeras escuelas de ingeniería peninsulares que se ubicaron en ambas ciudades; el fracaso de la sevillana cuando pierde el apoyo del Estado y la continuidad de la ciudad catalana a pasar de ello y como consecuencia de la propia iniciativa local).
Una última consideración sobre el bimonio tradición y cambio o tradición y modernidad que se plantea como clave de las contradicciones de la ciudad. La tradición no es historia. Muchas tradiciones no tienen fundamento histórico y funcionan más bien como coartadas de la inmovilidad ciudadana. El concepto de tradición, con su carga culturalista camina sobre arenas movedizas. Más correcto sería hablar de historia y modernidad, de atraso e innovación.
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