Coloquio 2 – La sociedad civil


25 de enero / Sala Chicarrerosc2

Ponentes: Juan José Téllez (periodista) y Montserrat Rosa Caro (socióloga).

Modera: Eva Díaz (El Mundo)

En el coloquio sobre la Sociedad Civil, moderado, con gran solvencia, por la  periodista Eva Díaz, hemos, sin proponérnoslo, puesto en escena, el conocido aforismo del Movimiento Antiglobalización: Piensa global. Actúa local.

Para pensar global, sobre la Sociedad Civil en Sevilla  habíamos invitado al escritor, poeta y periodista Juan José Téllez, que puede hablar de la Sociedad Civil de Sevilla, de Cádiz o de Vladivostok. Ha sido un deleite escucharlo y también observar sus esfuerzos por mantener pensamiento y discurso dentro de los estrechos muros de nuestra ciudad.

Nos recordó Téllez la, siempre difícil, relación entre la Sociedad Civil y los poderes establecidos. Como estos sólo esperan de ella el sustrato de su propia continuidad y como, en consecuencia, fomentan su organización alrededor del mantenimiento de lo ya existente y el desinterés, cuando no la desconfianza, hacia lo nuevo, diferente o innovador. Una Sociedad Civil crítica siempre habrá de desarrollarse lejos de la influencia de los poderes establecidos.

¿Cómo puede, entonces,  sorprendernos  que la Sociedad Civil de Sevilla, o de cualquier otro lugar, sea tan amante de sus tradiciones y tan cerrada a lo exterior? Sólo el carnaval, nos recuerda, desde su más profunda esencia, es trasgresor y, por eso, desde las instituciones se ha tratado siempre de convertirlo en Fiestas de Primavera, Desfiles de Carrozas Engalanadas o Pasarelas de Vestidos Suntuarios.

No, nos recuerda Téllez, las cosas no son muy diferentes por otros pagos.

Nos recordó también, cuando Manuel Vázquez Montalbán dijo que el mejor pabellón de la Expo 92 de Sevilla era la propia ciudad. (¿También tú, Bruto?)

Quizás no sabía nuestro amigo Carvalho lo duro que es vivir en un pabellón. Y, no sólo, porque haya poca gente dispuesta a ocuparse de lo que no esté muy a la vista, sino, sobre todo, porque tienes que ser testigo obligado de los delirios de los narcisistas.

¿Puede alguien sorprenderse de que los excesos de una Sevilla, piropeada por todos, encantada de si misma y centro del universo, provoque, como reacción, la existencia de unos sevillanos hastiados, hipercríticos, extraños en su propia tierra y, en definitiva, carne de diáspora?

Pues, alrededor de ese antagonismo se ha articulado la Sociedad Civil sevillana. Una Sociedad Civil, asimétrica y destemplada, en la que, como en tantas otras cosas de esta ciudad, triunfa la desmesura (¡Hagamos una catedral tal que los hombres del futuro nos tengan por locos!).  El saludable deseo por mantener el recuerdo de nuestra historia y el lógico orgullo por nuestro patrimonio, parece ser algo ajeno a nuestra naturaleza.

¿Van a seguir siempre así las cosas en esta ciudad? Puede que no. Juan José Téllez piensa que ya existe una nueva Sociedad Civil, que vive al margen de esa nefasta disyuntiva. Es una Sociedad Civil, indiferente a cualquier planteamiento localista, que nace al amparo de las nuevas tecnologías, que ni es percibida por los defensores de la cultura dominante, ni por sus críticos; porque, ambos, estamos excluidos de ella.

No es una Sociedad Civil sevillana, pero nuestra ciudad, esta vez, ni podrá escapar a su influencia, ni pelear contra ella.

Piensa que, la nueva Sociedad Civil,  constituye un tejido social a cuyas formas de comunicación, quizás, podamos acceder, pero dotado de un sistema de valores que, posiblemente, no comprendamos. Con voz suave y expresión amistosa, recordó a los presentes que ninguno de nosotros va ya a repetir el COU.

Luego nos habló Montserrat Rosa, Socióloga y Coordinadora de la Oficina del Comisionado para el Polígono Sur. Ella dio vida a la segunda parte del aforismo «Piensa global, Actúa Local». Ella sabe lo que es actuar localmente y sabe que para que la acción sea efectiva hemos de concentrarla en un espacio donde no podamos perdernos. Algo mucho menor que nuestra ciudad. Ella lo hace en el Polígono Sur, un pedazo de la Sevilla real que no suele salir en las postales.

¿Cuándo pensamos en Sevilla pensamos en el Polígono Sur? Nos pregunta. No siempre. Es algo que sabemos que está ahí, pero del que nos sentimos extraños. Una especie de no-lugar, una no-Sevilla. Pues bien, nos explica Montserrat, en eso se ha convertido para ellos el centro de la ciudad, un mero espacio de paso y consumo, un no-lugar.

Allí, en un espacio social más reducido, resulta posible establecer un entramado de conexiones sociales, formas de interlocución y vías de participación. Allí se puede buscar el tiempo y la oportunidad del encuentro sin el cual ninguna Sociedad Civil es posible. Aunque la hipoteca pesa y deja poco tiempo y pocas energías para la participación.

A veces, nos cuenta Montserrat, cuando, a través de los medios, descubre los asuntos que son objeto de atención y debate tiende a preguntarse:¿Mi vida dónde está ahí? ¿Dónde está ahí la vida de la gente?

Nos pregunta: ¿Porqué Sevilla Abierta organiza sus actos en el centro y no en los barrios? Es una buena pregunta. Se refiere a un interrogante que aflora, de cuando en cuando, en nuestros encuentros.

Cuando en «Sevilla Abierta» hablamos de «Sevilla»: ¿a qué nos estamos refiriendo?, ¿a la ciudad en la que hoy vivimos, con todo su inmenso conglomerado de barrios, antiguos y nuevos, su especulación galopante, sus cincuenta mil pisos vacíos,  sus S-30, sus problemas de saturación, marginalidad y desarraigo? Si es así, si nos preocupan esos problemas, que son propios de nuestra ciudad, pero, desgraciadamente, no específicos de ella ¿A qué viene lo de «Sevilla Abierta»? No se entiende.

¿No nos estaremos refiriendo a un problema mucho más específico de nuestra ciudad, a su dificultad para aceptar nuevos valores culturales y a su propensión o darse a conocer mundialmente, como ciudad-paradigma, como exponente de un sistema de valores tradicional e inmutable del que algunos sevillanos nos sentimos excluidos?

¿Podremos interesarnos y defender valores culturales innovadores para nuestra ciudad, sin que ello se interprete como indiferencia ante otros muchos problemas con que se enfrentan sus habitantes? ¿Es legítimo hablar hoy de cultura?

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