Mi vida ha cambiado


Carmen Villalta Bonita
Asociación Cultural de Mujeres Victoria Díaz
Coria del Río (Sevilla)

MI VIDA HA CAMBIADO

Yo, ni a soñar que me echara, me podía creer que iba a llegar donde he llegado.
Mi niñez fue muy pobre. No tenía madre ni padre. Me crié con unos tíos de mi madre que eran muy mayores. Aunque ellos me querían me faltó todo lo que le hace falta a una niña para ser feliz.
Desde muy chica estaba en el campo con mis “abuelos”, que era como yo los llamaba. Siempre estaba en la era, en los melonares, y casi nunca iba al colegio porque los niños en el campo daban mucho avio.
Yo espigaba. Todavía me acuerdo de los pinchazos que me daba en las piernas, metida en aquellos rastrojos.
Las espigas de cebada se tostaban y se hacia el café.
Con el rebusco del maíz se engordaban los cochinos; lo que se sacaba del rebusco del trigo se cambiaba por harina; el rebusco de los garbanzos servía para los potajes de los días que no había trabajo y así íbamos saliendo.
Me llevaba todo el día en los melonares acareando los reculos para los animales.
Un día oí a mis “tíos” hablando con mi “abuelo” y decían que no encontraban cortador para el melonar. A mí siempre me tiraba hacer cosas buenas. Era agosto. Mientras los antes mentados dormían la siesta, le quité a mi “abuelo” la navaja y allá que va la niña con todo el peso de el calor a cortar melones. Cuando se levantaron y vieron el desavío que yo había hecho me dieron una paliza tridimensional: los tres me pegaron. Casi me matan. Pero …. al atardecer vino un señor muy bien vestido (aún recuerdo el color de su corbata) buscando dos mil kilos de melones para cargarlos en un barco y luego mandarlos para Madrid.
El desavío fue luego casi una riqueza. Cuando mi “abuelo” y mis “tíos” vieron a aquel señor poniendo billetes de mil pesetas encima de la mesa no se lo creían. Luego no sabían qué hacer conmigo pero la soba no me la quitaba nadie. En premio me compraron dos vestidos. Uno del color del cielo y otro del color del amanecer, que así era cómo decían los colores los antiguos.
Con doce años me mandaron al almacén de las aceitunas. Como era tan chica tuvieron que ponerme cuatro ladrillos en la silla para que alcanzara al tablón. Las mujeres mayores sentían lastima y me ayudaban para que me hiciera el peso y no me despidieran.
Y así fue pasando mi infancia. De “mandao” en “mandao”, de soba en soba, peleando con mi “prima” por un pedazo de pan de ración …. y la escuela ni olerla.
El día que iba las chiquillas me hacían la vida imposible y, como no tenía asiento para nada, la maestra me mandaba a hacerle más “mandaos”. Para eso si que servía. ¿?Quién iba a mirar por mi si no tenía padre ni madre?. Casi sin darme cuenta me hice mujer y me eché novio. Él no tenía hermanas y la madre estaba mal del corazón con que más bien me necesitaban para que los cuidara. Como ya he dicho, a mi siempre me ha tirado hacer cosas buenas por los demás, así que me casé con veinte años con un hombre bueno y me encontré al cargo de mi marido, mi suegra, mi suegro, mi cuñado que estaba un poco discapacitado, un tío de ellos y otro tío que yo tenía. Todos para mí.
Según me habían hecho creer yo no servía nada más que para trabajar. No se me consideraba para nada como persona sobre todo porque era una mujer. La única mujer en la familia. Si intentaba intervenir en las conversaciones me decían ¿y tú qué sabes? Tú te callas. Tú a la cocina. ¿N tienes faenas qué hacer? (eso le pasaba a casi todas las mujeres de aquellos tiempos). Todos hacían de mí lo que querían y yo …a obedecer porque estaba convencida que era el único derecho que tenía como mujer. Así se desenvolvía mi vida. Luego tuve tres hijos, uno de ellos malito del corazón, pero luché por él como una jabata hasta que conseguí que un médico de prestigio me lo operara en Madrid y me lo curara. Yo … ¿no servía para nada?.
Lo que yo pensaba de mi era lo más inferior. Ni me miraba al espejo porque me veía fea, jorobada, inútil, incapaz de no hacer otra cosa que no fuera trabajar de día y de noche.
Un día me enteré de que habían abierto en mi pueblo un Centro Cultural para mujeres, me armé de valor y salí de mi casa con mucho miedo pero con la ilusión de que aquello podía cambiar mi vida. ¿Alguien me daría otra oportunidad? Los primeros días no me atrevía a entrar. Me quedaba en la puerta mirando cómo las demás hacían cosas que yo nunca podía ni imaginar que fuera capaz de hacer. Lecto-escritura, flecos, manualidades…!cosas preciosas!
Cada día me buscaba un pretexto para acercarme: hoy llevo una plantita para una, mañana le llevo tres berenjenas a otra, otro día llevo cuatro tomates y un calabacín a otra… hasta que alguien me invitó a participar en las actividades. ¿Yoooo? ¡imposible! Si yo no sirvo para nada – intenté responder-, pero cuando me di cuenta ya estaba yo con mi “borriquete” haciendo nudos para los flecos de un mantoncillo y deshaciendo todos los nudos que habían atenazado mi vida hasta entonces.
Al principio me tenía que esconder de mi marido para ponerme a escribir en limpio los dictados que me hacían o para leer en el libro que me recomendaban. Él no lo iba a entender, seguramente se reiría de mí al ver mi letra titubeante e insegura y la cantidad de faltas que había sacado.
Cuando empezó a ver las cosas que hacía se quedaba mirando admirado e incrédulo y poco a poco se fue dando cuenta de que yo servía para más cosas. Todas las noches mientras él miraba la tele yo me ponía a hacer mis deberes y como en el Centro Cultural también nos daban charlas de muchas cosas yo se las contaba a él y poco a poco me fui ganando su confianza.
Hoy puedo decir que mi vida ha cambiado mucho desde que me atrevía a dar el paso de salir de aquel pozo. Tengo una opinión que aportar, y hasta doy explicaciones de algunas cosas que salen en la tele. Por ejemplo, la otra noche habló del Código Davinci y mi marido no sabía bien qué era aquello,
así que como a mi me los habían explicado pues yo se lo conté a él. ¡Qué feliz me sentí viéndome escuchada, valorada y reconocida!. Hoy me siento como alguien en mi casa, ante mi marido, mis hijos, mis nietos y hasta mis bisnietos.. y lo que es más importante: ante mi misma. Me siento satisfecha. Ni a soñar que me hubiera puesto, hubiera yo pensado nunca que fuera a llegar donde he llegado como persona y como mujer.

Hoy puedo decir que MI VIDA HA CAMBIADO.

Notas:

Rebusco: Restos del fruto que queda en los campos después de la cosecha. No aparece en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE).
Reculo: Sobrante de algunos frutos después de comerse. No aparece en el DRAE.

No Comment

Leave a reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *