Nuestra compañera de ISA Margot Molina recoge en un reportaje en El País, que reproducimos a continuación, la preocupación del arquitecto Guillermo Vázquez Consuegra por la degradación de los espacios públicos de la ciudad.
La invasión del espacio público amenaza Sevilla
La privatización y mercantilización de los espacios públicos en Sevilla están poniendo en peligro la singularidad de la ciudad, su alma. Guillermo Vázquez Consuegra, Premio Nacional de Arquitectura en 2005, está preocupado por la desaparición de los espacios públicos, engullidos por mesas de restaurantes, convertidos en aparcamientos o, simplemente, cerrados con una cancela para evitar gastos en seguridad.
«El futuro de la ciudad está en sus espacios públicos. Sevilla tiene una estructura medieval islámica de calles estrechas, quebradas y grandes manzanas con plazas en su interior a las que se accede a través de adarves (callejones). Los espacios más propios son aquéllos que están en el interior de sus arquitecturas y esos son, precisamente, los que están desapareciendo antes», asegura Vázquez Consuegra (Sevilla, 1945) quien, entre otras obras, está realizando actualmente la rehabilitación del palacio de San Telmo, sede de la Presidencia del Gobierno andaluz, y la ampliación del Palacio de Exposiciones y Congresos de Sevilla.
«Lo más importante de Sevilla no son las fachadas de sus edificios, la mayoría del siglo XIX, sino su estructura urbana. Si eliminamos todo lo que es singular, Sevilla se convertirá en una ciudad del montón como tantas otras en Europa. La estética de los parterres con flores es completamente ajena tanto a nuestro clima como a nuestra cultura. Deberíamos invertir y cuidar lo que nos hace diferentes. Si convertimos a Sevilla en Zúrich, ¿para qué vendría la gente aquí?», se pregunta Vázquez Consuegra, galardonado el pasado año con la primera edición del Premio Andalucía de Arquitectura.
«La única plaza mayor que existía en época medieval en Sevilla era la de San Francisco. Los otros lugares de encuentro para la vida pública eran los interiores de las manzanas y los patios de los naranjos de la antigua mezquita [hoy iglesia del Salvador] y de la mezquita nueva, la actual Catedral. Ambos espacios han estado funcionando como plazas públicas durante siglos, hasta que el Cabildo catedralicio, en el caso del patio de la Catedral, decidió cerrarlo y dejarlo sólo para los turistas. Limitar a los ciudadanos el uso de un espacio público tan cualificado como el Patio de los Naranjos es un escándalo», asegura. El arquitecto sevillano es consciente de que se trata de un lugar privado, propiedad de la Iglesia, y de que el acceso es gratuito para los residentes en Sevilla; pero insiste en que lo realmente grave es que se ha clausurado un lugar de encuentro que durante siglos estuvo abierto.
«La fuente, con la pileta superior visigoda que es anterior a la mezquita, y toda esa mezcla de estilos convierten al Patio de los Naranjos en uno los lugares más cualificados de la ciudad que ahora, lamentablemente, está ocupado en parte por pequeñas tiendas y casetas que le restan belleza».
Lo que queda del Patio de los Naranjos de la iglesia del Salvador es un espacio que también ha estado tradicionalmente abierto y que, desde que se terminaron las obras de restauración del templo tan sólo puede visitarse cuando la iglesia está abierta, añade Vázquez Consuegra.
El cerramiento, mediante cancelas, de muchos callejones que mueren en el interior de una manzana es, en su opinión, otro de los peligros que amenazan la singularidad de Sevilla. «Las plazas urbanas abiertas las tiene cualquier urbe, pero esa mezcla en la que se diluyen los confines entre lo colectivo y lo íntimo es fruto del pasado islámico de la ciudad. Es la misma cualidad que tenían los compases de los conventos, que ahora también se han cerrado. El patio de los naranjos del convento de Santa Clara, uno de los más hermosos de la ciudad que está junto a la torre de Don Fadrique, es un buen ejemplo. La iglesia lleva años restaurándose, pero eso no debería impedir que los ciudadanos disfruten del patio».
El arquitecto cita la plaza de Santa Marta -muy cerca de la Catedral- como una de esas pocas plazas interiores que todavía permanecen abiertas. «Los vecinos se han quejado al Ayuntamiento porque hay gente que entra aquí para hacer botellón o la convierten en un urinario y la única solución que les dan es poner una cancela. Por ahora se han negado, pero me temo que Santa Marta tiene los días contados. Esto es una muestra de la obsesión por la seguridad de nuestra sociedad. En cualquier espacio público donde surja un problema, la medida más inmediata es cerrarlo», reflexiona Vázquez Consuegra en la plaza de Santa Marta, en la que observa que ha desaparecido el azulejo que estaba bajo el arco.
«Aldo Rossi [el desaparecido arquitecto italiano que recibió el premio Pritzker en 1990] siempre decía que el monumento más identificativo de Sevilla era el pasaje Valvanera [que une la calle Relator con la de San Luis], porque en estas manzanas se generó una tipología de construcción colectiva que se convirtió en el corral de vecinos», recuerda Vázquez Consuegra, quien ha impartido clases en las universidades de Lausana (Suiza), Syracuse (Nueva York) o las italianas de Bolonia y Venecia, entre otras.
«Los espacios interiores que generaron esas casas o corrales de vecinos se convirtieron en auténticas plazas públicas, como ocurrió con el Corral del Conde hasta que, a principios de los noventa, se restauró y pasó a ser un espacio privado».
La mayoría de las plazas con las que cuenta actualmente la capital andaluza son fruto de demoliciones de conventos a principios del siglo XIX, especialmente durante la ocupación francesa. En la actual Plaza Nueva, por ejemplo, se alzaba el convento de San Francisco, y la plaza del Museo la ocupaba el convento de la Merced.
La ordenación de las márgenes del río Guadalquivir es, en opinión del arquitecto, uno de los grandes retos que debe afrontar la ciudad. «El paseo del río es el espacio público con más potencial urbano y necesita un proyecto integrador que aglutine todas las operaciones puntuales que se están realizando. Es necesario un proyecto que convierta el río a su paso por Sevilla en una vía de comunicación urbana», comenta el profesional, que firmó la ordenación del borde marítimo de Vigo, área que ha pasado de ser una de las más degradadas de la ciudad a convertirse en una de las más cotizadas.
«En los siglos XVI y XVII Sevilla era la capital del mundo. Por el río llegaban los grandes barcos de América y la ciudad mantenía una estrecha relación con el Guadalquivir a través de sus márgenes, entre lo que actualmente es el muelle de las Delicias y el puente del Alamillo. Pero el río hoy no suena, le falta el sentido de la vida. Debemos recuperar el movimiento y la escala del mar a través de la arquitectura de los barcos, porque el Guadalquivir siempre fue navegable».
El arquitecto lamenta que la mayoría de los locales que hay entre los puentes de Triana y de San Telmo sean almacenes municipales, que podrían tener cualquier otra ubicación, en lugar de restaurantes y lugares de ocio. «Incluso la introducción del carril bici se ha hecho sin tener en cuenta la potencialidad del paseo como espacio urbano peatonalizado. El carril bici debería de haberse llevado a la cota del paseo de Colón, porque ese tráfico interrumpirá la relación entre el borde del río y los nuevos usos de los locales. También es necesario que se recupere la relación del parque de María Luisa con el río. Ahora se presenta una ocasión de oro si el Ayuntamiento se da cuenta del potencial de la parcela de la estación del antiguo telecabina de la Expo 92. Esa zona, que hoy es la mejor parcela de la ciudad, está destinada a un edificio de oficinas de Lipasam; en lugar de haber proyectado un edificio público para usos deportivos y de ocio», afirma Vázquez Consuegra.
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