«Canijo»


Las Tres Mil de 1980. Los Molina no eran oriundos de la Macarena. Antes de instalarse en el pequeño cuartucho de la calle San Luis tuvieron un piso en el barrio gitano de las Tres Mil Viviendas, y aún antes vivieron en las chabolas del Roto, en la margen derecha del Guadalquivir a pocos kilómetros de su paso por Coria del Río. En las chabolas del Roto fue donde María Fernández y José Molina se conocieron, donde concertaron matrimonio y donde María parió a sus cuatro vástagos: Luis, Rafael, Eduardo y Pedrito, por ese orden. Antes de casarse María vivía en la chabola familiar, con sus padres y con sus hermanos, los terribles Fernández, caudillos de las chabolas del Roto, gente muy bragada que dominaban todo lo que se cocía en la margen derecha del Guadalquivir desde su paso por Coria hasta el embarcadero del Roto, de donde habían tomado el nombre las chabolas.

Yo conocí a Pedrito cuando acababa de cumplir los trece años y los Molina vivían ya en el barrio de la Macarena, en el 65 de la calle San Luis. San Luis 65 fue una dirección mítica entre los yonquis de la Macarena. Pedrito era un niño pálido y canijo, no muy alto y sí muy rubio. No parecía gitano. A pesar de que tenía fácil la sonrisa, a pesar de que era un chaval de trato suave y no violento, uno veía a Pedrito y se ponía automáticamente en guardia. No sé qué tenía el pobre Pedrito que se hacía tan difícil confiar en él. Quizás porque era tan niño, tan niño chico y tan drogado que un no podía menos que desconfiar. A Pedrito le encantaba drogarse. Era lo que más le gustaba. Pedrito pasó los primeros nueve años de su vida conviviendo con los peces, los patos y las ratas del Guadalquivir. Llegó a ser un consumado pescador de carpas, albures y blablás, pero entonces, poco antes de cumplir Pedrito sus diez años, fue cuando demolieron las chabolas del Roto, y los Molina, junto con los Fernández, se trasladaron a las Tres Mil Viviendas. Y no fueron los únicos, casi toda la población de las chabolas del Roto fue realojada en los bloques baratos de las Tres Mil. Hubo división de opiniones. A María, por ejemplo, le pareció de perlas: un piso en la ciudad con agua corriente y electricidad. A Pedrito la cosa no le gustó tanto: había pasado los primeros nueve años de su vida con los patos, las culebras y los habitantes del Guadalquivir. Pero llegaron las excavadoras, demolieron las chabolas del Roto, y Pedrito, además de perder sus contactos con la fauna del río, perdió su libertad, pues tuvo que ser escolarizado, quisieran sus padres o no. Que tampoco querían.

Pedrito iba al colegio por razones estratégicas. Su padre, José, nunca tuvo especial interés en que sus hijos estudiaran las cosas de los payos; ya se cuidaba él de que se enseñaran a sobrevivir. Pero José era gitano muy avisado, y entendía que era peligroso que en una de esas pillaran al chico dando tumbos por ahí en horas de clase, y no te digo ná si además lo pillaban fumándose un porro. O cargado de droga. Y vendiendo. No te digo ná, José. Nada, nada, el chico a la escuela, que los municipales se han puesto muy severos y capaces son de retirarte la tutela de tu hijo si consideran que no lo cuidas que no debidamente. Además de que no por ir a la escuela dejaba Pedrito de vender sus barritas de hachís, no bellota ni polen, que eso quedaba para los hermanos mayores, pero sí un costo muy aceptable, lo que ahora se conoce como apaleao y entonces llamaban un primera que se deja de fumar.

El negocio funcionaba fluido y próspero. Pedrito vendía sus barritas de hachís en el colegio y sus tres hermanos mayores –Luís, Rafael y Eduardo- en las calles de las Tres Mil, porque en ningún sitio más barato, canijo, y goma como ésta no la vas a encontrar, vamos ni que te vayas a Ceuta…

José Molina trabajaba con hachís culero, el mejor, el más reputado, y dirigía el negocio desde su piso de las Tres Mil Viviendas de dos habitaciones, un pequeño salón recibidor, una cocina sin ventanas y un diminuto cuarto de baño.

Escúchame, Pedro, tienes que enseñarte a llevar el consumao en una sola postura, ¿ves? –y le mostraba un tablero de grifa de mediana calidad-. Así, si te cogen los payos, tú les dices que es pa ti, pa fumártelo tú, pero si lo llevas partío en posturas queda claro que lo estás bisnando, ¿lo chanelas?”

Fernando Mansilla

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